Barcelona.- Para hablar de esta ciudad, es útil iniciar desde mi llegada
al aeropuerto del Prat el domingo 21 de abril, una semana antes de las
Elecciones Generales de España.
La primera ciudad Occidental que visité después de un año.
Bajé de un avión con muchos y muchas chinas, rusas y rusos calvos, gordos y con maletas grandes.
Recordar eso era útil para el momento en que me
tocaría buscar mi maleta –esa es una estrategia para aeropuertos grandes-. Proveniente de Rusia y Asía, eso decía mi boleto y pasaporte.
Al caminar por el pasillo desde donde se sale del avión
hasta la sala donde se hace el respectivo control aduanero, no paraba de pensar
en todas esas historias de migrantes que iban de Latinoamérica y que llegaban a
España. De los que son “regresados” por alguna razón.
¿Qué voy a hacer cuanto me pregunten?: “¿A dónde va?”, “¿Dónde se queda?”,
“¿enseñé su boleto de salida?”, todas esas cosas que estoy seguro, a la mayoría de los latinos siempre se nos cruzan por la cabeza cuando estamos en una frontera.
Al llegar a la sala de control aduanero, logré conectarme a
internet y escribir a mi contacto en Barcelona, por supuesto, le conté lo que
estaba pensando.
Al levantar la mirada, había dos pasillos inmensos que
separaban a las personas que iban llegando del avión en el que yo venía y otros
aviones que también llegaban en ese momento.
Una de las filas decía: “PASAPORTE ESPAÑOL Y CIUDADANOS
EUROPEOS”, el otro decía: “TODOS LOS PASAPORTES”.
Mi primera impresión fue al mirar a la fila que había en la
segunda (TODOS LOS PASAPORTES). A esa iba yo. Las personas en aquella línea éramos trigueñas, negras,
blancas, asiáticas, entre ellas posiblemente de mayoría chinas, y por supuesto
escuché varias hablando español con acentos variados de Sudamerica.
Muchas de esas personas tenían turbantes, y las mujeres se
cubrían con hiyabs, los velos con los que se cubren la cara.
Todas esas personas traían maletas y mochilas más que
llenas, quizá con equipaje más allá del turístico y con recuerdos más
simbólicos que un souvenir de turista.
En aquel control habían unas diez casetas de revisión, todas
funcionaban y podía ver desde mi posición avanzando en zigzag, que todo era muy rápido y
por tanto lograba moverme para ver a la cara a aquellas personas que me
acompañaban en el camino. Había perdido a los rusos gordos y calvos que me
servirían para encontrar mi maleta, ellos entraron por la fila de “…Y
CIUDADANOS EUROPEOS”.
Pero los chinos, eran más fáciles de encontrar con la
mirada. Tímidos, como son fuera de su país, se habían quedado atrás, pero
mantenían la mirada arriba, asustada porque seguramente no iban a poder
mantener la conversación con los agentes, pero ahí estaban, en grupo como
siempre.
Luego me di cuenta que a diferencia de la gran mayoría de
personas en aquel aeropuerto, yo no estaba en grupo o manada y me acercaba a la
ventanilla en una condición diferente al resto. Eso fue un miedo más.
“Cuando vean que soy de Honduras y vengo de Asia me van
hacer preguntas y me voy a ofender”, pensaba mientras el camino era cada vez
más corto. De pronto era el primero de la fila y podía ver todas las
ventanillas, en ellas había dos agentes de aduanas. Uno que hacía el chequeo de
pasaportes y la otra que veía los rasgos de las personas. Al mínimo titubeo le
hacían una pregunta y así observé desde que empecé la fila como fueron sacando
a algunas personas a partir de, probablemente sus respuestas.
Mi turno llegó y me acerqué con paso firme y con seguridad en que al menos indicio de discriminación iba a ofenderme y sacaría mi boleto
de salida –como si eso fuera garantía de algo-, pero al entregar mi pasaporte
al agente, abrió, vio la cantidad exagerada de visas de China y Vietnam. Me vio a los ojos con poco menos que una sonrisa y más que sorpresa, yo le
levanté mi mejilla izquierda, pesada como un ladrillo después de mi viaje y mi
desvelo desde que salí de China.
Bajó su mirada y empezó a teclear rápidamente en su
computadora y me disparó la siguiente pregunta: “¿primera vez en España?”, a lo
que respondí con un “sí” de emoción y una sonrisa y me adornó el momento con
un: “bienvenido”. Me entregó mi pasaporte y me señaló el camino.
“¿Así de fácil?”, me pregunté y me fui caminando a buscar a
los chinos o a los rusos en la zona de reclamo de equipaje.
Por supuesto, eso que vi en el control aduanero iba a ser
parte del discurso de imágenes y de las campañas políticas que estuvo presente durante los
próximos días de la campaña electoral.
excelente
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