Barcelona.- Esta es una ciudad mediterránea, un puerto muy, pero muy viejo a la que llega gente de muchas partes del mundo.
El Raval: Dos tiendas especializadas en confección de ropa tradicional de la India y Pakistán, dos países en constantes conflictos, pero en el extranjero conviven. |
Como expliqué en las notas anteriores, los primeros días
había identificado ya algunos barrios y sus poblaciones, entre ellas los
pakistaníes en El Raval.
La Playa: migrantes africanos venden mantas y toallas para que los turistas se recuesten en la arena. |
Un poco más allá, cerca de la playa es común
encontrarse otra población; Africanos que venden desde mantas para acostarse en
la arena hasta gorras, lentes y souvenirs para los turistas que en su mayoría
son blancos y en familia que deambulan por la acera peatonal a la orilla de la
playa. O los chinos que era posible encontrar en todas las esquinas. Más que en
cualquier ciudad a la que fui en Europa o incluso en Centro América.
Pero otra escena que me llamó la atención de la
ciudad, en mi posición, que no es ni de turista, ni empleado de medios haciendo
coberturas especiales, ni mucho menos la de un "bissnes" man, sino, la de un cronista
con unos ojos capaces de absorber múltiples realidades en cuestión de segundos
y arrojarlas convertidas en letras que cuentan el mundo; fue al
caminar por los barrios, especialmente del centro. Donde muchas y muchos
ancianos caminan arregladas y arreglados como si estuvieran yendo a un baile.
Muchas de estas personas, caminaban con bastón,
algunas iban en grupos de dos, tres y hasta cuatro mujeres hablando, pero en la
mayoría de los casos acompañadas de mujeres latinas con varios acentos.
Me bastó con tomar un café en la Calle Blai,
una especie de peatonal que conduce desde la estación del metro de Poble Sec y
cerca de Plaza España hasta, cerca del bar, restaurante y parque de diversiones; el Apolo.
En dicha calle era posible ver a estas mujeres latinas con
acentos dominicanos, a veces venezolanos, a veces nicaragüenses, colombianos,
bolivianos, guatemaltecos, a veces hondureños, pero pocos mejicanos,
costarricenses, argentinos y chilenos.
Mientras veía pasar aquellas voces y tantas historias,
intenté hacer un análisis de las razones por las cuales los acentos que
escuchaba eran los que más se dedicaban a llegar a Barcelona y posiblemente al
resto de España a trabajar acompañando 'la vejez' de la ciudad.
Sin duda alguna que mi análisis no tiene base científica y así con mucha responsabilidad me hago cargo de cualquier critica. Pero
creo que es posible relacionar el fenómeno a que los argentinos, quizá
chilenos, costarricenses y mejicanos tienen otras oportunidades y condiciones
en sus países que les permiten pensar en migrar de otra forma, pensarse la
migración de una manera diferente.
Muchos argentinos eran meseros en bares y restaurantes, los
cual les permite pensarse de otra manera e incluso a organizarse para
tener restaurantes de estos países. Incluso, muchos de restaurantes invitaban a
probar sus famosos cortes de carne argentinos, uruguayos. Otros invitaban a
probar la mejor comida mejicana de Barcelona y además tenían varios locales en
diferentes zonas de la ciudad, pero en especial; EL CENTRO.
En El Gato de Fernando Botero. |
Mientras el resto de migrantes latinos y latinas
provenientes de países con menos ‘autoestima’, caminaban agarrando a algunos de
estos ancianos que no reparaban en gritarle a sus acompañantes.
Con ello no quiero decir que es un mal trabajo, de hecho,
les veía pasar y pensaba en que podía quedarme a vivir en Barcelona y trabajar en
eso, “¡Cuántas historias podría escuchar!”, me dije mientras me tomaba el
último sorbo de aquel café que además me lanzó la última reflexión:
¿Por qué los latinos y
latinas, en especial hondureños que migran a España, cambian el acento y hablan
como españoles?
Mi respuesta es simple y en esta ocasión si la patento. Viniendo de Asia, reconozco la importancia del
lenguaje, de su significado y lo colonizador que puede llegar a ser, pero
también, es posible que se vuelva en un mecanismo de defensa.
Los latinos, a diferencia del resto de población migrante en
España somos los únicos que podemos hablar español al momento de la llegada, el
resto lo van hablando y entendiendo en el transcurso de su estadía, incluyendo
a quienes estudiaron en sus países.
Lo cual, nos permite entendernos con los y las españolas al
menos para trabajar. Y por lo tanto, permite con mayor facilidad que adoptemos
dicho acento para lograr mejor "aceptación", no para pretender ser español o
española, sino, para diferenciarnos del resto de migrantes de África y Asia.
Con lo cual es más fácil encontrar otras oportunidades de empleo, o de
camuflajearnos entre la multitud, pero sobre todo y nuevamente; defendernos de
lo terrible que puede llegar a ser, vivir como migrante en un país donde incluso las
personas de los mismos países nos podemos hacer daño.
Por supuesto, las personas que nunca han salido de sus zonas de confort, tendrán más dificultades de entender.
Continuará...
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