El valor de la entrada por
12 horas es de 9,000wons, unos 10 dólares. Al pagar, nuestra anfitriona nos da una
toallita anaranjada y posteriormente algunas instrucciones.
“Hay que pasar a la
siguiente puerta”, nos dice señalando un pasillo donde se divide el camino para
las mujeres y los hombres; y bualá, llegamos a los vestidores.
Allí, un hombre nos recibe solicitándonos
la llave y automáticamente nos da una pulsera con un número, una calzoneta -short- y una
camisa .
Para este momento debo ser honesto y
decir que la primera imagen me llegó como un golpe en la cara,
Al fondo podía ver a un
montón de hombres desnudos. Todos caminando por el pasillo y viéndose entre sí,
por supuesto, sin ninguna emoción en sus rostros. En mi caso, seguramente me
veía asustado.
De pronto llegué a un punto
medio entre la entrada y unos lockers.
Un hombre me vio a los ojos y casi se rió. Preguntó mi número de pulsera y me
dijo cuál era mi casillero, agregando que “me debía quitar todo”.
Me detuve, lo abrí y me
quedé viendo mi cajón vacío. Casi se me salen los ojos del miedo a desnudarme
en ‘público’.
En aquel momento habían
hombres –también desnudos- frente a sus lockers, yo sentí que me apuntaban con
sus ojos y así; asustado, dispare al suelo mi primer calcetín. Y salió mi buzo,
las leggins, después el suéter y al final el gorro –era invierno-.
Ah, eso sí. Ese gorro les
hizo verme de otra forma, mi pelo colocho y largo fue como una especie de
defensa. De reojo vi que abrían la boca.
De pronto estaba únicamente con mi
calzoncillo rojo y sin ninguna contemplación lo bajé y lo tiré al fondo
Entonces me detuve a pensar:
“¿Qué estoy haciendo?”, “voy a caminar desnudo por ahí, van a ver mi cicatriz
de apendicitis, me van a ver el p***” y así, mil cosas me pasaron por la cabeza
en un par de segundos, pero volteé la mirada y mi cabeza a la izquierda. Luego
al centro del lugar y veía cruzarse a otros hombres que caminaban sin nada de
ropa, unos gordos, otros más delgados, unos tatuados, otros eran niños y aunque
se veían, se notaba que no pasaba absolutamente nada.
Mi toallita estaba en una
silla tras de mí. Me volteé, la agarré, y la puse en medio de mis piernas, me
cubría sutilmente.
Respiré hondo y emprendí el
camino hacía el centro y luego hacía la izquierda, después bajé unas gradas
hasta un piso subterráneo.
Allí vi algo que quizá “no quería ver”,
Era una piscina inmensa con
agua caliente. Salía humo de todas partes, pero quizá lo que me hacía no querer
ver, era que además del vapor que se elevaba, también salían del agua hombres
sin ropa.
Decidí caminar por la orilla
izquierda sosteniendo una toalla grande que agarré en la esquina. En ese
momento creía que me veían, pero al recordarlo fríamente puedo decir que
tampoco debía ser la sensación del lugar. Me veían más el pelo que el pene o mi
cicatriz de apendicitis. De hecho, mucho tiempo después vi heridas peores y las
personas caminaban por el lugar sin ningún problema.
De pronto llegué al otro
lado de la piscina y encontré unas duchas. Me bañé, me sequé, salí, me detuve
en las gradas de la piscina y con la mirada al frente y directa al agua; me
quité las chancletas y me fui.
Rápidamente metí mi primer
pie y fui bajando las gradas, me fui hundiendo en el agua caliente. Mientras
avanzaba, una sensación placentera me iba llenando, sobre todo cuando la mitad
de mi cuerpo ya no se ‘veía’. El agua tibia y sin ropa fue una sensación nueva.
A pesar que mi cuerpo
parecía no verse más, mi pelo seguía atrayendo miradas. Pero en ese momento
logré evitar la dureza de mi cuello por la tensión del tabú y lo empecé a mover
hacía los lados. Descubrí que quienes observaban eran los que estaban dentro
del agua, seguramente igual de intimidados que yo.
Después pude ver
interacciones de otros hombres afuera de la piscina. Algunos hablaban de pie y mientras
lo hacían se veían a la cara, a los ojos.
Lo que pasaba en aquel lugar era
bastante natural para todos,
Más tranquilo, recosté mi
cabeza hacía atrás sobre el respaldar de la piscina y quedé con la mirada hacía
arriba y cerré los ojos.
Minutos más tarde, regresé a
la ducha, me sequé, me fui al camerino, me puse la ropa que el sauna da y luego
subí sintiendo que nadie me veía como pensé que ocurría cuando entré al lugar.
Todo ese temor o tensión en
forma de tabú se me cayó en apenas 15 minutos de agua caliente.
Comentarios
Publicar un comentario