A Bryan (el de los pandas en el pecho) lo van a conocer en la próxima historia, a Agustín lo presento en esta. |
Barcelona.- Lo siguiente que vi en la ciudad después de descansar un
poco fueron los barrios del Centro. Salí de Poble Sec, un barrio a las faldas
del Monte Montjuic y cerca de la costa.
Como todas o la mayoría de las ciudades del mundo, esta
tiene zonas caracterizadas por el origen de los y las vecinas que viven allí.
El primer barrio al que entré de lleno fue a El Raval,
donde la mayoría de su población es de origen pakistaní, y que le ha convertido
en una de las zonas de llegada y de comercio. En el momento en que vi a las
personas caminando por el barrio con túnicas y velos, comprendí aquella imagen
de las largas filas en el aeropuerto.
Además, no tardé mucho en encontrar con la mirada varios
grafitis, stickers y pancartas en las
paredes del barrio. Uno de los más empobrecidos, turístico y quizá “barato” de
Barcelona.
Entre los mensajes de las pancartas se leía: “Especulación
inmobiliaria, ¡Fuera del barrio!”, “BMB Investment, expulsa familias del Raval
y el Gotic”, “Airbnb, ¡Peligro! Perjudica gravemente al vecindario”, “BCN no
está en venta!”, “Save Orwell”, esa última a la conservación a una plaza en
honor al escritor que ha querido ser demolida para la construcción de
edificios de apartamentos ‘turísticos’.
Al asombrarme con dichos mensajes, mi acompañante, Agustín,
un ex maestro de Antropología en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras,
me explicó que eso ocurre por el fenómeno que significa la plataforma de
hospedajes “Airbnb” y el turismo desmedido que ha incrementado en los últimos
años en la ciudad.
Dentro de uno de los barrios está la Plaza Orwell, "Save Orwell", reza una pancarta contra la especulación inmobiliaria. |
Airbnb, a través de sus agentes ha comprado muchos apartamentos en varios barrios cercanos al centro de la ciudad. Entre estos El Raval, El Gótico, o el Barrio de Gracia, uno muy similar al otro lado de La Rambla –una peatonal inmensa- y la Plaza Catalunya. Pero al de Gracia, los vecinos, como son más locales y más de clase media saben lo que ocurre y se organizan para evitar que ese fenómeno de la especulación haga que la vivienda se vuelva mucho más cara.
Mientras me contaba las historias de los barrios de la
ciudad, yo no paraba de ver los negocios y el diseño gráfico pakistaní.
Y, “¿cómo más cara?”, pregunté. Pues porque “el Airbnb
alquila a precios por noche y al sumar esos precios por 30 días o por un mes,
el costo es hasta tres veces más caro del valor que los locales pueden pagar”.
De pronto, nos detuvimos al final de Rambla del Raval,
frente al Gato de Fernando Botero. Si se visita Barcelona como "turista", este
debe ser una foto obligada.
Hubo casos en algunos barrios donde el Ayuntamiento local
vendió a alguna empresa, alguna plaza o espacio público y todos los vecinos,
organizados se resistieron. “Hay un barrio, si lo buscas en Youtube lo podés
encontrar, hay vídeos de los 90’s donde los vecinos desde sus apartamentos
lanzaban los chimbos de gas a la policía“.
La Rambla,
Llegamos a la Rambla donde ocurrió en 2017 un atentado
masivo que dejó como saldo una fuerte cantidad de muertes. Y es quizá, la
expresión más grande del turismo masivo de Barcelona.
Nos detuvimos al centro de la Rambla, viendo hacía
abajo si venimos de Plaza Catalunya. Lo primero que vieron mis ojos que lo ven
todo en slow motion a pesar de la multitud; a una mujer, asiática que caminaba
con su celular en el aire, normal como lo haría en su país, ya sea China, Corea
del Sur, Taiwan, o Japón –esas eran mis opciones de su procedencia-, en algún
momento se descuidó por ver algo en el camino y un hombre de unos 25 años,
también acompañado le intentó arrebatar el celular. Aparentemente nadie más en
aquel lugar había visto nada.
La mujer, asustada le dijo a su amiga y ambas se fueron
apresuradas en dirección a la Plaza. Yo le comenté a mi amigo y acompañante,
Agustín. “Mirá, es aquel que viene allá”, le dije y señalé con la boca tratando
de no ser descubierto y con una clara muestra cultural hondureña.
Ahora el hombre venía en nuestra dirección, pero en esta
ocasión seguía a otro hombre, que curiosamente era también asiático. Se le
acercó, pasó frente a nosotros y alcanzamos a ver cómo intentaba abrir desde
atrás la mochila, pero en esta ocasión, la presa también se dio cuenta y en una
clara reacción de sorpresa, saltó y se dio la vuelta hasta ponerse frente al
hombre.
No sabemos que le dijo, pero yo me dije a mi mismo; “si,
regresé a Occidente”.
Tres gatos, uno de Botero. |
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